Azar

Tan planificado estaba aquel asunto que, cuando ocurrió, ambos sabían con certeza lo que debían hacer. Habían bebido lo justo para alegar una embriaguez transitoria que no impidiera ni los prolegómenos ni la feliz y deseada conclusión. Ambos fingirían sorpresa, mintiendo que aquello era una desatada pasión, ambos se justificarían mutuamente el error, ambos convendrían entre sábanas ya tibias, que nadie debía saberlo. Ambos pensaban dejar el “nunca más” sujeto a los resultados de tan calculado azar. Un sólo error ocurrió: ninguno de los dos imaginó que necesitaran ir a comprar condones y quebrar la magia de tan fortuito encuentro.

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