Deben recordar que en aquellos tiempos la esperanza de vida humana apenas sobrepasaba los noventa años. Y llegaban en unas condiciones físicas y mentales devastadas.
La inmensa mayoría de la población nacía y moría con el mismo género. Imaginen una vida entera sin cambiar de rostro, de cuerpo o de orientación sexual. Piensen cómo sería estar limitados a una sola identidad, en un mundo donde las enfermedades podían matarte.
O un terremoto suceder sin previo aviso.
¿Podrían imaginarse hoy vivir con esa incertidumbre? ¿Qué clases de pasiones alimentaba este fuego?
Quiero que trabajen en esa idea para nuestra próxima clase.
Autor: monkeybite
Coolhunter
La coolhunter no se cree su suerte.
Ha descubierto un barrio con todo el potencial del mundo: un vibrante centro cívico, huertos urbanos y murales comunitarios. Habrá espacios difíciles de deglutir y digerir, como el dispensario de metadona o los talleres mecánicos, pero nada insalvable con estos precios. En pocos meses, todo este estercolero de ferreterías, estancos y locutorios de panchitos irá dejando paso al nuevo orden de diseño urbano, galerías y frappuccinos.
Sonriendo, se pide una caña en el mugriento bar de la esquina y abre el portátil para escribir su artículo.
La picadura invisible que comienza la infección.
Feminazi
No, papá, si yo estoy muy tranquila. Pero hace diez minutos eras tú el que soltabas un discurso indignado sobre la sentencia de la infanta y Undargarin, ¿verdad?
Estabas enfadadísimo con esos privilegios. Pues ahora, a ver cómo nos explicas por qué todos siguen ahí sentaditos al sol, tomando el café, asumiendo que nosotras vamos a recoger la mesa.
Dijiste que estaba todo buenísimo, ¿verdad? ¿Crees que se cocinó solo?
La diferencia es que yo te puedo argumentar todo lo que estoy diciendo, papá. Pero si llamarme feminazi es lo único que se te ocurre, no creo que tú puedas.