Veo a Clara ante mí, escondida en ese disfraz de mujer luminosa y vital, tan llena de sol. La veo, atravesando sus pretensiones y sus máscaras. La veo, más allá del cuerpo tenso, del azul traje vaporoso, de su risa, de los dientes blancos y perfectos que secundan todos los comentarios de la mesa.
La veo aunque quiera esconderse, aunque pretenda ignorar mi presencia en esta tertulia de amigos aparentemente inofensiva. La veo y la descifro con una mirada. Ésa no es Clara, es solo otro intento de evasión, uno más, del laberinto del que yo soy la única puerta.